Banca a los que más lo necesitan


El Banquito de la Buena Fe que funciona en la Vecinal de Barrio Las Quintas da crédito a cuarenta microemprendedores que desarrollan proyectos principalmente gastronómicos, de artesanías y peluquería dentro del mismo barrio. Lleva un año de funcionamiento y no tiene ningún moroso.

Basado en el esquema de microcrédito que diseñó Muhammad Yunus, un economista nacido en Bangladesh que recibió el Premio Nobel de la Paz por su trabajo en pos de erradicar la pobreza, este Banquito Solidario nuclea a cuarenta microemprendedores en grupos de cinco personas, que se capacitan primero durante dos meses y recién después acceden a un monto inicial de $750 por cada uno, que debe ser devuelto en forma semanal en períodos acordados de seis, ocho o doce meses. En una segunda instancia los montos pueden ser ampliados, pero primero debe pagarse el primero.

Los cuarenta emprendimientos se organizan en equipos de cinco que son solidariamente responsables. Todos cumplen con sus compromisos, asisten a las reuniones semanales y realizan las devoluciones correspondientes. Una estadística de cumplimiento que se repite en este esquema en todo el mundo despierta la envidia de los ejecutivos de los bancos tradicionales, que sufren con tasas de morosidad y un cúmulo de incobrables.

“El Banquito solidario es una red”, subraya Mari Fleitas, presidenta de la Vecinal y por cuya iniciativa Barrio Las Quintas lleva adelante este proyecto que cuenta con la capacitación y acompañamiento del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

Mari, que no se llama Mari sino Silvia, pero ni ella misma se reconoce con ese nombre, explica que a diferencia de los bancos tradicionales para los cuales el acceso al crédito es una acción individual y personal, en el caso del Banquito Popular u otras organizaciones similares “se trabaja en equipos donde todos son solidariamente responsables de los resultados y de la posibilidad de continuar accediendo al crédito”.

“Nosotros evaluamos muchas cosas”, indica Mari para empezar a enumerar, “cómo es la asistencia en la vida de centro, cómo es el compañerismo, cómo es la devolución, si vemos que le cuesta mucho o que avanza bien para poder apoyarlo con más dinero”.

En cuanto al impacto en la comunidad, Mari es clara: “Esto le hizo mucho bien al barrio y a la vecinal que ahora está más abierta a la comunidad.” Como en todo este tipo de proyectos, Mari también destaca la valentía del primer grupo que tuvo que jugarse, de esos quince primeros participantes que siguieron todos los pasos para ver cómo se obtenía el crédito y si era verdad. Cuando vieron que funcionaba “después, empezaron a llegar todos solos”, sonríe.

Del Banquito que funciona en Las Quintas no sólo participan personas del barrio, sino que también se acercan de 3 de Febrero, Capitán Bermúdez, José Hernández, Norte y Mitre. Además de las personas que se reúnen en los Banquitos que ya funcionan en el Centro Integrador Comunitario, en barrio Bouchard, Capitán Bermúdez y José Hernández.

Mari dirige hoy su propio emprendimiento de una rotisería, obtenido a partir de un microcrédito del Banquito Popular, es madre de siete hijos y hace 20 años que trabaja en lo social, primero desde Cáritas, en la Cooperadora y en la Vecinal.

Por su parte, el Banquito tiene cinco promotores que funcionan como los coordinadores del trabajo. Todo se lleva a cabo por un año, los contratos con estos coordinadores, el crédito y las devoluciones que van haciéndose semanalmente. Después de este período se cierra el proyecto que puede volver a abrirse por un período similar.

Es cada grupo de emprendedores, que reciben a su vez un crédito individual, el que evalúa la extensión del crédito a partir de la capacidad de devolución del mismo, que puede ser en seis, ocho o doce meses.

Estos grupos se forman con personas que no tienen que estar vinculadas familiarmente, con proyectos distintos, y se solidarizan entre sí por el pago, son garantes unos de otros. “Si uno no paga, el resto del grupo debe hacerse cargo por esta persona”, ejemplifica Mari.

El principal inconveniente se relaciona con la capacidad de trabajar en grupo “porque todos pensamos distinto en un punto”, indica la líder del proyecto solidario. Todos los problemas se charlan en grupo y después se ven en la vida de Centro, tratando de encontrarle la mejor solución posible. “El banquito es de todos; si un grupo tiene problemas, el problema es de todos”, concluye. Así es que las problemáticas siempre se resuelven en el ámbito del Centro.

Más allá del entusiasmo Mari confiesa que “ya con 40 microemprendedores nos sentimos sobrepasados, porque cada uno requiere su seguimiento y capacitación”.

Sin embargo, plantea la posibilidad de redoblar la apuesta: “Lo que vemos como posible crecimiento es que los emprendedores que están puedan ir a más; como la que vende ropa, que tenga su salón, la que corta el cabello también tenga su salón y que el barrio vaya tomando otra forma.”

Lo cierto es que estas mujeres que forman el Banquito en Barrio Las Quintas están transformando su realidad a partir del acceso al crédito por un lado, pero también por la construcción de lazos solidarios y el deseo de crecer en conjunto.

“El banquito es de todos; si un grupo tiene problemas, el problema es de todos”

“Esto le hizo mucho bien al barrio y a la vecinal...”

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