Hacer por los chicos
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Hay que reconocer que quejarse es divertido. Es un juego que demuestra inteligencia, poder de observación y capacidad de análisis. También produce una especie de adicción que es fundamental abandonar a tiempo porque se basa en una sensación engañosa de satisfacción que nos deja en la inacción. Lamentablemente, desde la queja no avanzamos ni construimos, no logramos mucho.
Por supuesto que hay que diferenciar entre queja y reclamo, entre queja y pedido, entre queja y propuesta. Es claro que la oposición de ideas, la exploración de las diferencias y la búsqueda de consenso es la mejor manera de obtener resultados más positivos en conjunto. Lo que también es importante considerar es que hacer es más complicado que decir e implica jugarse a los matices de problemas que no siempre tienen una única solución; hacer incluye también aceptar los recursos escasos para enfrentar problemas múltiples y crecientes, la necesidad de priorizar y tomar decisiones difíciles, que pueden satisfacer a unos y hacer sentir a otros que están siendo perjudicados.
Éstas son las complicaciones inherentes a la tarea de liderar y hacen al trabajo de la gestión de una ciudad, una provincia o un país. Lo que no debemos olvidar los ciudadanos es el valor de las acciones concretas y cotidianas que cada uno de nosotros realiza e impactan en la convivencia del conjunto, más allá de los actos de Gobierno que inciden directamente sobre nuestra calidad de vida. Somos nosotros los que podemos hacer una ciudad, una provincia y un país mejores, exigiendo a nuestros representantes y actuando también en consecuencia, con ellos o a pesar de ellos, para avanzar. Porque eso es una sociedad: un conjunto de personas en búsqueda permanente, en construcción constante.
Como sociedad debemos enfrentar situaciones que tocan fibras íntimas de nuestra sensibilidad como son los aspectos relacionados con los niños. En las últimas semanas, San Lorenzo fue escenario de situaciones de violencia familiar y relaciones entre menores y hechos delictivos que requirieron tomar decisiones difíciles a través de la intervención de diferentes actores y entidades entre las que se destacó la labor del área local de Mujer, Minoridad y Discapacidad, una dependencia que justamente da prioridad siempre a los más chicos, protegiéndolos, rescatándolos y colaborando con que tengan el espacio adecuado para su desarrollo. Esta área, que fue creada en el inicio del actual gobierno, colabora con la Secretaría de Acción Social que brinda a su vez alimentos a más de mil niños y adolescentes por día.
Por otro lado, estos hechos específicos con menores nos llevan a reflexionar sobre los hijos, propios o ajenos, y podemos transferir la experiencia a pequeñas acciones cotidianas. Es la perspectiva de los niños la que brinda muchas veces claridad sobre el valor de ciertos actos concretos y no necesitamos más que cosas pequeñas para transformar nuestra realidad.
¿Cómo explicaría a mi hijo/a esto que sucede? o ¿qué me diría él/ella si me viera haciendo lo otro? De alguna manera, hacer este tipo de preguntas prácticas permite tomar decisiones con una mayor facilidad, del mismo modo en que ayuda pensar qué diríamos nosotros si viéramos a nuestros hijos haciendo tal o cual cosa.
La propuesta es tener presentes a los chicos en los diferentes momentos de nuestra vida en comunidad, dándonos cuenta de que somos su ejemplo y modelo a seguir. Si logramos influir positivamente en ellos, también lo haremos en nuestros vecinos y habremos conseguido hacer nuestro aporte. Pensemos en nuestros hijos cuando pagamos los impuestos, cumplimos las leyes, nos desplazamos en la calle y somos cuidadosos de los espacios públicos; pensemos en ellos cuando somos solidarios y nos ocupamos de los otros, cuando intercambiamos opiniones y escuchamos las de los demás. Pensemos en nuestros hijos cuando vemos a cualquier niño y actuaremos mejor a cada instante.
Pensemos: ¿Qué hicimos hoy por los chicos en la ciudad?
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